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¿Jujuy, sigue siendo una provincia Peronista?

La pregunta, que para muchos puede resultar ofensiva, o inocente, cobra fuerza a la luz de los resultados obtenidos por el Frente Justicialista en los comicios del domingo último. Más allá de lo hecho por Cambia Jujuy, que se impuso cómodamente en las diferentes categorías que estaban en pugna, resulta llamativo, pero lógico, el comportamiento del electorado justicialista-peronista que nuevamente envió un duro mensaje a quienes conducen al PJ y a los demás espacios políticos que compitieron el domingo.

¿Jujuy, sigue siendo peronista? Muchos dirán que sí, pero otros también plantean que bajo la actual conducción partidaria no se dan las condiciones para consolidar una fuerza que pueda competir en instancias electorales y así generar una alternativa atractiva para los electores que, como se recordará, dieron contundentes victorias electorales al justicialismo en el pasado.

Datos, no relatos. Desde el 2015 las distintas coaliciones políticas, de las que formó parte el Partido Justicialista, vienen padeciendo duras derrotas que tienen consecuencias poco previstas hasta hace algunos años. Además de perder intendencias y comisiones municipales, el justicialismo jujeño pierde terreno en los ámbitos parlamentarios. Esto queda muy en evidencia tanto en legislatura como en concejos deliberantes.

El retroceso del otrora partido gobernante es un hecho a pesar del descontento que esgrimen amplios sectores de la población que critican a la actual administración de gobierno pero que no encuentran opciones políticas coherentes y atractivas. En este punto, vale considerar los más de 26 mil votos en blanco escrutados el domingo y que superan ampliamente los números registrados en las anteriores elecciones generales.

Ante la ausencia de alternativas, resulta lógico que el oficialismo mantenga su predominio garantizándose así otros cuatro años en el poder. Al respecto, no pocos consideran que a partir del 10 de diciembre del 2023 la gestión del electo Carlos Sadir estará a la sombra del actual gobernador, Gerardo Morales, quien, envalentonado por el triunfo del domingo, buscará posicionarse como un presidenciable dentro de Juntos por el Cambio. En otros términos, Morales se dio el lujo de presentar un candidato casi ignoto hasta hace algunos años, que logró superar todos los prejuicios en la interna de la UCR, y que incluso le ganó la pulseada al intendente de la capital, Raúl Jorge, quien obtuvo el mayor porcentaje de los votos en la categoría municipal.  Así, el líder de la  UCR se garantiza una hegemonía de 12 años, con posibilidad de extenderla dentro de cuatro años, en 2027, cuando estaría en condiciones de disputar nuevamente la gobernación.

Dicho escenario puede explicarse a partir de la crisis del justicialismo que desde el 2013 viene transitando un proceso de desguace y fragmentación que tiene como principales responsables a quienes conducen actualmente al partido. A criterio de muchos de los que forman parte de las bases militantes, los actuales conductores del PJ hicieron, y hacen caso omiso, a los pedidos de apertura a los nuevos cuadros dirigenciales en el marco de una necesaria renovación partidaria. Por el contrario, optaron por reforzar esquemas y metodologías con improntas personales y procurando posicionar a familiares y allegados en lugares expectables dentro de las listas de candidatos.

A partir de esta primera descripción, también resulta lógica la emergencia en los últimos años de nuevas fuerzas políticas, como la Izquierda, que logró captar la atención de un amplio porcentaje del electorado jujeño que no encontró contención en el justicialismo durante las elecciones legislativas del 2017. Luego de un traspié en los comicios del 2021, el Frente de Izquierda nuevamente captó un importante número de sufragios en la contienda del 2023 que lo ratifican como la tercera fuerza política de Jujuy, y con grandes chances de superar al justicialismo en futuros comicios.

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